LOS BANDIDOS DEL RIO FRIO
se trato de un caso de un grupo de bandoleros asaltaba con frecuencia las diligencias que recorrían el camino de Veracruz a la capital, a la altura de Rio Frio. Al mismo tiempo, en la ciudad de México se desató una ola de robos y asesinatos. Todo muy bien concertado, al parecer.
Detrás de los numerosos maleantes se encontraba, en calidad de secreta orquestador, un coronel apodado Relumbrón, por su carácter jactancioso y ostentoso en exceso, quien desempeñaba el cargo de jefe del estado mayor del presidente Santa Anna. Ignoraba que era hijo de una rica señora de Morelia y un platero, quienes lo protegían a distancia para no revelar su parentesco.
El coronel llevaba una doble existencia; por un lado, buen esposo y padre, hombre influyente y en apariencia honorable; por el otro, jugador empedernido, amante de varias mujeres y enredado en negocios turbios. Su vicio por el juego y el derroche lo llevan casi a la quiebra, debido a lo cual organiza en su provecho una amplia red criminal, aunque manteniéndose en el anonimato, incluso para quienes eran los ejecutores de sus órdenes.
Sólo lo conocen Evaristo, Don Santos (un platero, a quien supone compadre suyo y no su progenitor) y don Pedro Cataño. Cada cual tiene su historia. Evaristo era ebanista, había abandonado a su amante Casilda para casarse con una sirvienta del conde del Sauz y, aburrido de esta, la asesina y huye a Rio Frio donde se hace pasar por honrado ranchero y allí organiza una pequeña gavilla de asaltantes. Luego, sin saber sus antecedentes, el gobierno lo nombra capitán de rurales .
Evaristo guardaba rencor a la frutera Cecilia, rica comerciante de Chalco, por haberlo desdeñado a pesar de su nueva condición.
El platero don Santos había hecho su fortuna traficando con alhajas robadas y, a las órdenes del hijo, fabricaba moneda falsa.
Don Pedro Cataño, hijo del administrador del conde del Sauz, se enamora de la condesita Mariana y procrean un hijo al que ocultan porque el conde no consintió en el matrimonio y la pareja teme la ira del noble.
El verdadero nombre de Cataño era Juan Robreño, quien para auxiliar a Mariana deserta del ejercito, huye para no ser fusilado y cuando vuelve se entera de que su pequeño hijo se ha perdido. Así, sin esperanza de casarse con su amada, se lanza al pillaje a las órdenes de Relumbrón.
El niño extraviado pasa de mano en mano de personas muy pobres hasta que, ya adolescente, se pone de aprendiz con Evaristo, pero al presenciar el crimen de este, huye para no ser incriminado. Durante una leva lo incorporan al ejército junto con otros dos muchachos, Espiridión, hijo de dos rancheros indígenas, y Moctezuma III, presunto heredero del infortunado emperador azteca.
Por lances del destino, el supuesto huérfano queda aislado de su cuerpo de tropa y parte para la feria de San Juan de los Lagos -hoy Lagos de Moreno, en el estado de Jalisco-, allí lo recluta Relumbrón, quien le encarga su hacienda de Arroyo Prieto sin descubrirle sus acciones criminales.
Padre e hijo se marchan a la hacienda del Sauz, libran al conde de un ataque indio y el aristócrata consiente en la boda de Mariana con Robreño, además de reconocer al hijo de ambos como heredero de sus bienes.
Por otra parte, Relumbrón confiesa sus crímenes y se le sentencia a morir en la plaza pública aplicándole el garrote vil, aparato con el que se estrangulaba a los reos.
La novela, calificada por Payno como naturalista, no sigue fielmente el modelo de Zola; lejos de ello, tiene un tono realista y muy dentro de los cánones morales de la época, sin que eso le impida describir las lacras de una sociedad donde los menesterosos eran abundantes, y los prósperos una minoría con una riqueza insultante.
A través de Los bandidos de Rio Frio, el lector conoce los más variados tipos sociales, caracterizados minuciosamente tanto por las descripciones objetivas, como por el lenguaje salpicado de regionalismos y locuciones coloquiales que dan sabrosura y vitalidad a la novela.
El desarrollo de la trama, largo y con frecuencia truculento, corresponde al género folletinesco, cuya característica sobresaliente es la de conservar el interés del lector dejando en suspenso la acción al final de cada capítulo, ya que se publicaba por entregas semanales. De este modo, no sorprende la casi inaudita complicación de episodios y peripecias que van conformando esta obra, la primera de este género realizada por un mexicano, Payno, quien la publico en Barcelona en el ano de 1891.
Para tema de su obra, el autor elegía un hecho real, protagonizado por el coronel Juan Yánez -el Relumbrón de la novela- quien jefaturaba una banda de salteadores, abigeos, rateros y domésticas, y paga sus crímenes cuando fue descubierto.
A este eje protagónico, Payno añadía un cumulo de sucedidos que toma de crónicas periodísticas publicadas en distintas fechas, todo -como él dice- para ofrecer un cuadro exacto, verídico, de aquella época ya ida y recreada por él con mucho talento y veracidad.
CINTIA GONZALEZ MEJIA